LAS 5 MEJORES REFLEXIONES DE LOS AMIGOS DEL CRIMEN PERFECTO, DE ANDRÉS TRAPIELLO

Los amigos del crimen perfecto es una novela escrita por Andrés Trapiello que reflexiona, según el autor, sobre la venganza. Está ambientada en Madrid, en los años ochenta y obtuvo el Premio Nadal de novela el año 2003.

Esta es la recopilación de las mejores reflexiones que yo encontré en la lectura del libro. Casi todas reflexionan sobre las novelas de misterio.

Espero que disfrutéis de estos pequeños fragmentos como yo disfruté del libro.




1. "Si se tiene una muerte, y muerte la tenemos, y se tiene un asesino, y asesino lo tenemos, tenemos una vida y una muerte; y con eso, ¿para qué se quiere más? Las novelas hablan todas de lo mismo, una muerte y una vida. Si las novelas empiezan por una vida y acaban en una muerte, es literaria. Si la novela empieza por una muerte y acaba contando una vida, es policiaca. Las dos son buenas".

2. "En Crimen y castigo dice el comisario Porfirio Petrovitch que de cien conejos no se hace nunca un caballo, ni de cien sospechas se hace nunca una prueba o una evidencia".

3. "—Sí, pero la gente se cansa de buscar —dijo Paco—. A la gente el pasado no le gusta, ni el de las catedrales. Se cansan pronto. A la gente el pasado le da miedo. Prefiere comerse unas gambas actuales. Buscan lo que está más cerca, pero alejarse unos pasos más les da pereza, porque a medida que te alejas más, más te pierdes".

4. "Paco podía no ser un tipo duro, pero era un novelista duro, y retomaba el hilo como el cirujano su bisturí, después de haber almorzado opíparamente. El amigo Ortega fue a sentarse a un angosto salón. No le escoció que Paco Cortés le hubiese mandado callar. Comprendía que ciertas cumbres solo podían coronarse en silencio. Sabía que cuando Paco gritaba de ese modo estaba a punto de ocurrir algo grande, único, sublime. Se acercó con sigilo. Encontró al novelista entregado a los momentos más gloriosos de todo el proceso. Paco vivía aquellos finales con verdadera excitación. No podía evitarlo. Sucumbía a sus propias tramas. Se ponía nervioso, no aguantaba en la silla cinco minutos seguidos, se levantaba, soltaba una carcajada, encendía un cigarrillo mientras seguía encendido otro en el cenicero, batía palmas, gritaba a sus personajes como si fuesen de carne y hueso, toma, toma, clamaba, enardecido, gritaba, genial, es genial, y volvía a sentarse, escribía otro folio, descolocaba las cosas del escritorio, comía el resto de la tortilla que había dejado Poirot, se llevaba a los labios por enésima vez el vaso de whisky que llevaba sin whisky hacía lo menos dos horas".

5. "Nada para refrescar la memoria como la culpa".

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