Una buena primera impresión



Estaba yo ahí plantada frente al espejo, enseñándome unas espléndidas caries, cuando me he dicho, solo tienes una oportunidad para dar una buena primera impresión. Joder maja, me he contestado, qué ánimos.

He salido del baño y me he ido en busca de otra opinión. “Tienes que ser muy tú”, me ha dicho. Ahí lo tienes, gracias, le he respondido, fácil y sencillo como hacer un huevo frito con el calor de mis mejillas.
Muy yo, dice. ¿Y qué es eso? Si cada día me despierto diferente. Te digo que hay días que soy un cacho de comida ardiendo en tu boca, otros días monto un drama por una pelotilla en el jersey, otros soy pumba y el aliento no me huele muy bien (muy bonito, gracias) y otros, mi vida está en el borde de un abismo en el que digo, larga vida al rey, muajajaja. Puedo ser tan melosa como gilipollas. Para que os deis cuenta, hay días que escucho a Jonnhy Cash, días que a Extremo, y días en que mis caderas quieren fruta fresca y mayonesa; hay días que leo a Camus y días que leo La Cuore con sus “arggs”. Así soy, me gusta Marilyn Manson y el “brilli-brilli”. Supongo que eso es lo que más me define. Soy cambiante. No me gusta sentenciar; disfruto cuestionándome y revisándome hasta las pecas.

Luego le he preguntado a mi madre. Lo que sea hija, me ha dicho, que siempre has escrito muy bonito. Sí mamá, gracias a ti también, le he contestado, tu objetividad me deslumbra. Bonito no sé, pero tiene razón en que siempre sí. Lo único inalterable en mi vida ha sido mi necesidad de escribir. Siempre ha sido mi declaración de guerra, de revolución y de paz; porque si no escribo, no sé lo que digo. Cuando escribo, siento la música bajo mis dedos. Mis entrañas escapan y liberan todo. Hasta la mierda. Una mierda poética.
Escribo tanto si quiero descifrar el poder de una mirada en el fondo del océano, como si quiero pegar un moco bajo tu escritorio. Es lo que soy, y espero no perderlo al hacerlo público en un blog. Quiero escribir como siempre, excitándome y entregándome a esos momentos sublimes que vivo cuando pongo un punto final. Escribir dejándonos sin aliento porque, os lo advierto, mi azúcar no será sacarina, ni mi leche desnatada; no me gusta la vida descafeinada.

He vuelto al baño y al mirarme he dicho, pues no sé yo maja, igual necesitas más oportunidades.

Comentarios

Entradas populares